Los monstruos son inmortales como las langostas. Quizás solo se van cuando te los comes antes de que te coman ellos a ti.
Las primeras veces ni siquiera podías verlos, podían aparecer si no te callas, si no comes, si nos duermes, si no haces los deberes… y, aun así, a veces, venían.
Hay a quienes la valentía les acompañó como actitud y no alegato. A otros se les llenaba la garganta de silencios, las amígdalas doloridas. O a quienes los domingos por la tarde, con la resaca y la ansiedad de no ser suficiente, de sentir que nadie te lleva en las entrañas, veían fallidos sus planes de evasión. Los monstruos eran lugares o personas de los que había que huir. Se reproducen en cuerpos o mutan en sucesos y situaciones. Aparecen de madrugada, con el pecho agarrotado, casi sin poder respirar, queriendo amanecer en un hospital o cualquier lugar que justifique el no estar en una vida mal elegida, o la menos peor de las opciones. Vida atragantada.
Para otras personas, el monstruo aparece precisamente en un hospital, en una rutina, un descarte o dolor que no se marcha y que pinta complicado. Quieres gritar pero no suena. Y para otros es el paso de los días, de las semanas y los meses, el no poder detener el tiempo para que no se les escape la vida, pesa lo que ya no sucederá, los que se van despidiendo, es el monstruo más real.
A veces la vida es el monstruo.
Demasiados textos, ensayos, canciones y opiniones sobre el miedo para seguir sin resolver ni aplacar. No somos capaces de prever su aparición de la misma manera que no sabemos cuándo lloverá hasta que vemos la nube encima de nosotras.
Maneras de acabar con ellos:
OBSERVARLOS: Mirarlos de cerca, fijamente, encararlos. Esto les quita la fuerza hasta convertirles en una babosa viscosa que se desintegra.
PONLES MÚSICA: Las melodías nos trasladan a situaciones inventadas, imaginamos vidas ajenas y diferentes, un estado de ensoñación capaz de incluso alterar nuestro estado de ánimo, y a ellos los aniquila. Son incapaces de adaptarse a vidas paralelas. Se autodestruyen.
COGE UN AUTOBÚS: El movimiento, los frenazos imprevisibles, los sonidos, pitidos o murmullos. El mirar por la ventana y ver otras vidas posibles, a quienes habitan calles que no conoces, adivinar quién vive en esos edificios o incluso escuchar conversaciones ajenas… Todo aquello que les aleja de lo cotidiano les hace evaporarse.
VE A LA PLAYA: El olor a mar, la sal y el sol lo deshacen.
La peli que más me ha gustado de Vigalondo, con BSO de Joe Crepúsculo.
Esta semana hago el envío de QUERIDA LETTER CLUB Vol. 1, cartas que llegarán al buzón de varias ciudades. Cartas convertidas en objeto afectivo, en emoción, en volver al tacto. En silencio, en una pausa.Si te apetece recibir la tuya el próximo mes de julio puedes suscribirte aquí:
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Feliz semana.
Salud