Hay brisa. Hay olas. Hay mar. Hay un inmenso olor que se mete en tu cuerpo, recorre tu piel y casi se puede tragar.
Dicen que es sulfuro de dimetilo. Que la sal no huele. Que lo que huele es lo que muere. Lo que se hunde sin nombre. Lo que queda cuando el mar se retira.
Lo que queda.
Ese olor que también se mete en la piel. Era un aviso. Cuando miraba al infinito, como quien entra a misa a rezarle a Dios en busca de respuestas, yo buscaba preguntas en cada ola que estallaba contra mí. Aun cuando cambié de mar y de horizonte, más frío y con otra luz, seguía oliendo a mar y a muerte.
Sé que hubo veranos que deberían haber sido felices. La falta de nostalgia. No querer recordar. Cicatrices que se curaban con el agua del mar. En la tele y las canciones decían que los veranos eran para ser felices. Yo, a veces, lo fui. Otras esperaba serlo, cogiendo turno, como si cada año hubiese una nueva oportunidad.
Un olor que antes de mí ya estaba. El olor como detonante de la memoria corporal, visual, y genética. El mar y los ojos verdes, el cuerpo embadurnado como frontera. Los ojos se vuelven más verdes al bañarte, me decía mi madre. Yo nunca tuve los ojos verdes. Hace poco leí que solo el 2 % de la población los tiene. Mi madre los tiene.
Ella me embadurnaba entera de protección solar, así llama ella a la crema solar. Como si pudiera protegerme de todo, de los rayos, de la infancia y de todos los miedos y monstruos. Siempre aprendiendo a protegernos, nunca aprendiendo a atacar. ¿Cómo se ataca a lo que hace daño?
No sé hacia qué lugar de los recuerdos, pensamientos y percepciones me lleva el olor a mar. Sé que quiero seguir oliéndolo, que es casa y tocar mare. Como los son algunos sabores, tejidos y colores.
Siento que es a libertad, a lo que huelo cada mañana, a la huella invisible que ha quedado en mí. La libertad huele a lo que muere y a lo que permanece. A lo que se es cuando ya no se tiene que ser.
El lugar seguro del que nos hablaron era esto, la libertad, el poder ser mientras se está y se vive.
Feliz semana, os deseo mucho olor a mar; si no, siempre os quedará helado de chocolate con aceite de oliva virgen extra picual y escamas de sal. Así me transporto yo al mar y al placer.
Salud